No era nada grave.
Asintió levemente, se comportaba de forma educada, pero no cortés:
—Por favor, señorita Suárez.
Lorena asintió y lo llevó a su coche.
Ella conducía, Polo no se sentó atrás y eligió el asiento del copiloto.
Era sólo que los dos estaban tan cerca que ella podía oler su aroma, y sintió un poco de incomodidad.
Hubo un momento de silencio.
Polo la miró de reojo, enganchó suavemente los labios, con aspecto despreocupado durante unos instantes, mostrando su actos de amistad:
—Señorita Suárez, no sé por qué, me siento cerca de usted en cuanto la veo, este pequeño accidente debería ser nuestro destino, y más tarde, la invito a cenar, ¿vale?
Lorena enarcó ligeramente una ceja y sonrió mientras hizo frente a la situación con despreocupación:
—Señor Ruiz, somos socios, es justo que nos ayudemos mutuamente. No se ande con ceremonias.
Oyó su rechazo eufemístico y tuvo la sensatez de no decir nada más.
Al hospital.
Lorena ayudó a encontrar al médico, le atendió en una zona VIP, muc