Juan la fulminó y no continuó con el proyecto, —He venido a verte porque quiero saber qué malentendido hay entre María y tú.
Lorena se desencajó al instante, —¿Malentendido? Oye, no es un malentendido, es odio. Intentó matarme, ¿cómo voy a salvarla? ¿Soy el tipo de persona que devuelve el odio con bondad y perdón?
El ceño de Juan se frunció con austeridad, arrugando ligeramente la frente mientras cuestionaba: —Imposible, María es tímida, ¿cómo iba a intentar matarte? ¿Qué odio puede haber entre ustedes?
Lorena se rio, sintiendo que sería una pérdida de tiempo decirle una palabra más.
En su mente, María era el pobre y amable conejo blanco, «Sí, él es su hermano.»
—No importa, por qué no vuelves con tu hermana y le preguntas, yo no diré nada, de todas formas no me creerás —Lorena se levantó—. Adiós, sal y ciérrame la puerta.
Se dirigió a su escritorio y se sentó, su paciencia se estaba agotando.
En ese momento estaba engreída, esperando a que Juan se arrepintiera de rogarle.
Juan