Lorena viajó directamente de vuelta a España en el jet privado de Ronaldo.
El avión aterrizó directamente en la azotea del hospital.
La operaron de urgencia para salvarle la vida.
Al día siguiente, José y Fiona no daban crédito a la noticia.
Ronaldo les llevó hasta allí y contemplaron a su hija tumbada en la cama del hospital, incapaces de pronunciar palabras de emoción.
José se sentó en el sofá de la habitación del hospital, tapándose la cara y llorando en voz baja, mientras Miguel repartía pañuelos.
Fiona reaccionó pidiendo que le trajeran los ingredientes, iba a cocinar ella misma.
Ronaldo los miró y suspiró impotente. Se acercó para consolar a José: —No te preocupes, hermano, Lorena tiene suerte. Polo la salvó, pase lo que pase.
José se secó las lágrimas y se quejó: —¡La salvó, pero la encerró y no me lo dijo! Pensé que mi hija estaba muerta. ¡Qué tristeza para nosotros! Todo es culpa suya.
Escuchó a Ronaldo hablar brevemente de la situación de Lorena y odiaba a Polo.
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