Estaban en el mismo hospital.
Juan no tenía ganas de hacerle caso a Susana.
Se dirigió a la sala de reanimación con un semblante rudo y nervioso.
A la puerta, las espesas pestañas de Lorena caían ligeramente y su rostro estaba pálido, pero seguía de pie, escuchando atentamente el plan de tratamiento del médico.
Él se acercó con prisa. Su mirada era severa y fría:
—¿Cómo va todo?
Lorena lo barrió con sus mirada, y naturalmente vio a Susana detrás de él, pero no dijo nada más.
El médico explicó la situación detalladamente:
—Los pacientes están en peligro, especialmente el señor, que es viejo y frágil, con múltiples fracturas y hemorragias internas. Está más gravemente herido.
La anciana está algo mejor, pero sufrió un golpe en la cabeza y sigue en coma operatorio.
El rostro de Juan era oscuro y frío, sus pupilas se contrajeron ligeramente, sus finos labios se fruncieron con frialdad, y llamó directamente al director del hospital:
—Ve a buscar al mejor médico para la cirugía ...
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