El hombre de asiento de conductor pasó rápidamente ante sus ojos.
Lorena no pudo ver bien su rostro completo, pero destacaban su pelo negro rizado y el lunar oscuro de su costado.
Se puso demasiado blanca, y sin tiempo de dudar, corrió presa del pánico:
—Abuelos ...
Sacó su teléfono móvil y llamó temblorosamente al número de emergencias, después volvió a llamar tranquilamente a la policía.
Pero podía sentir cómo le sudaban las palmas de las manos, cómo la inquietud se extendía por todo el cuerpo, haciéndole imposible controlar la repentina pena.
Luego volvió a llamar a Juan.
Pero no hubo respuesta.
Utilizó directamente los recursos de la Familia Suárez para encontrar a los mejores médicos y los siguió hasta la sala de reanimación.
Temblando ligeramente, volvió a llamar a Juan, que finalmente contestó.
Pero la persona que lo recogió no era Juan.
La voz de Susana era delicada y melodiosa:
—Señora Suárez, ¿cómo puede ser tan descarada y seguir molestando a Juan? Eres divorciada, ¿no sabes