De un momento a otro, sin motivo alguno, Brishen pudo notar como ella cambió sus expresiones con desmesurada rapidez. Del disgusto o malhumor, no lo tenía muy en claro, pasó al terror tan rápido que, su sola visión, era un poema.

Viéndola así, le daba la impresión de que, quizás, había una pequeña cucaracha inoportuna detrás suyo. De haber sido otra la ocasión, se habría echado a reír por lo hilarante y absurdo.

Pero, puestos en serio, no creía que el motivo fuera un simple y molesto insecto. A decir verdad, al principio, había creído que otra vez se incomodaba por la tormenta.

Sin embargo, pensándolo bien, en esa oportunidad no hubo ni un trueno, ni un relámpago que irrumpiera en el cielo. Tampoco era algo que tuviera que ver con él. Porque, pese a que ella observaba en su dirección, en realidad no lo estaba mirando. Sus ojos se encontraban enfocados en un punto más ella de él.

De modo que volteó la cabeza para enterarse de lo que fuera aqu