— Hablas mucho, mangue cale, y eso aburre ¿Sabes? …- admitió al ver como él seguía en sus negativas.—… mis hermanas dicen que, los hombres son criaturas tan simples que, basta con un coño rosado y apretado junto a un par de mentiras que sean como la miel susurradas al oído, para mantenerlos contentos. Así que, asumo que contigo será lo mismo ¿Por qué te niegas tanto, entonces?
«Mal empezamos, mi pequeña mujer de plata… Mal empezamos…»
Reconoció Lawrence, con cierto desdén al oír aquellas suposiciones. Ya sabía que ella desde el principio lo estaba subestimando. Al comienzo, no le molestaba eso. Por el contrario, pese a ser muy orgulloso, encontraba actitud caprichosa y altanera como algo divertido. Hasta que ella tuvo la osadía de decir esas palabras.
Odiaba que creyeran que él solo era un simple hombre. Odiaba que lo asumieran. Porque, si tenía que ser sincero, él, durante todos esos años de su vida, se había esforzado mucho en no ser justamente eso.
La tomó con fuerza y la