Audrey suspiró con verdadero dolor, por enésima vez en la media hora que llevaba de su visita y Lawrence rodó los ojos con fastidio al escucharlo por enésima vez en la media hora de lo que llevaba su hermano en esa visita obligada. Lorette por su parte solo los observó en silencio tragándose las ganas de preguntarles a esos dos qué rayos les pasaba.
No era para menos tanta tensión en el ambiente. Hacia cosa de más de una semana que Audrey se mostraba tan taciturno y, por consiguiente, Lawrence reaccionaba a eso con el fastidio habitual. Pues, como el mismo Lawrence le había asegurado, su hermano jamás dejaba que sus penas se notaran y, sí de casualidad ocurría eso, era algo a lo que temer.Pero, por alguna razón, ninguno de los dos hablaba del tema y las cosas no hacían más que empeorar. Tanto Lawrence como Lorette comenzaban a perder la paciencia al verlo cada vez más decaído. Lorette suspiró resignada, tendría que ser ella la que sacara el asunto a colación.