—Puedes abrir los ojos… nada te lo impide, chavori…— aseguró Lawrence susurrando con suavidad en su oído.
Era cierto. La niebla multicolor que la envolvía fue desapareciendo, transformando la confusión, en calma y lucidez. Al abrir los ojos, Lorette pudo observar el enorme dosel de terciopelo azul que pendía sobre su cabeza. Pestañeó confusa, como si recién despertase de un extraño sueño. «¿Qué diantres fue todo eso?» Se preguntó mientras se llevaba la mano al pecho sintiendo una especie de vacío en su interior. Un vacío que comenzaba a molestarla. —¿Cómo te encuentras?— susurró Lawrence que parecía no querer apartarse de su lado. Ella lo observó de reojo, sin saber que responder. Él por su parte, simplemente sonreía con calma. Como si nada hubiera ocurrido. Por alguna razón, eso la molestó. «¿Qué pretendes hacer?¿Acaso solo juegas conmigo?»