Durante toda la sesión de terapia, Alejandro no apartó la mirada ni un solo instante.

Observaba cada palabra, cada gesto, cada interacción entre el doctor y su esposa.

Todo parecía normal, demasiado normal. Nada que pudiera levantar sospechas.

Y sin embargo, algo en su interior le decía que había algo oculto entre ellos.

Quizá era precisamente su presencia —tan evidente, tan invasiva— lo que hacía que ambos actuaran con tanta naturalidad.

Podría ser.

Pero Alejandro ya había tomado una decisión: usaría la segunda opción.

La de observar en silencio.

Dejaría de mostrarse tan abiertamente… y vigilaría desde las sombras.

Por ahora, se limitó a participar de vez en cuando en la conversación, sobre todo cuando el doctor Julián se dirigía a Valentina para preguntarle por sus progresos.

Y,