―¡No puedo permitir que se la lleven! ―Mi supervisora salió de su escondite.
Apenas podía ver su silueta en la oscuridad.
El ladrón cambió de objetivo y le apuntó con el arma al tiempo que me pasaba el brazo alrededor del cuello. Sentí como ejercía una leve presión. Mis manos fueron a su extremidad, le enterré las uñas y no pareció surtir efecto.
Tuve el instinto primitivo de pisarlo y revolverme como loca hasta que me soltara, pero temía que se le escapara un tiro. Escuché las sillas moverse y varias siluetas se revelaron. Mis compañeros se mostraron, imponentes.
Estaban dando la cara por mí, se estaban arriesgando para protegerme.
El hombre retrocedió y me vi arrastrada por él. Su arma recorrió a todos los presentes, sin saber muy bien a cual de todos apuntar. Estaba en desventaja, era mucha gente dispuesta a luchar