Montar es más difícil de lo que pensaba. Lo sentía más profundo que cualquier posición que hayamos intentado antes. No estaba acostumbrada a dirigir la orquesta. Era excitante, pero llevaba mucho esfuerzo.
Subía y bajaba con dificultad. No llevaba un ritmo limpio. Algunas veces, perdida por la lujuria, dejaba de moverme y me dejaba guiar por el placer. Derek tenía que tomar mis caderas y obligarme a continuar, de lo contrario, me quedaba sumida en el deseo.
No podía concentrarme, no podía moverme y resistir el placer de retorcerme por lo que estaba sintiendo en mi interior.
Me estaba cansando y él tomó las riendas, levantando sus caderas, clavándose en mí.
No entendía a los hombres, como tenían esa fuerza para embestir una y otra vez sin cansarse, sin distraerse con el placer.
Una corriente recorrió mi cuerpo, desde mi espina hasta mi vie