El vestido que me estaba colocando a toda velocidad era demasiado ostentoso y elegante para una simple comida en nuestra mansión, pero era la mejor opción al solo poder usar una mano. Era hermoso, sin mangas y ajustado. Me quedaba como una segunda piel. No necesitaba cierre, botones, ni ningún broche. Lo sostenía mi cuerpo, sencillamente. El único problema es que era demasiado largo y tenía que luchar por subirlo completo.
No sé como pasamos de estar apapachados en la cama a competir por vestirnos con nuestras manos unidas.
―Listo ―expresó con orgullo.
Volteé a verlo.
Solo traía un pantalón de pijama puesto.
―¿Y la camisa? ―señalé.
―No necesito camisa. Ya cubrí lo importante ―Su mano disponible señaló sus partes privadas.
―Entonces, yo también iré con el torso al descubierto ―Traté de jalar el esc