Los ojos de Valeria se abrieron enormes, estaba muy asustada.
Sintió el toque de Rafael; era demasiado caliente.
—Yo…
—¿Tú? ¿Qué?
Ella titubeó, sintió que estaban tan cerca.
—¡Yo no soy una traidora! —dijo con miedo en su mirada
Rafael soltó su rostro, la mirò con ojos severos.
—¡Mientes! No me mientas, porque trajiste a gente a casa.
Ella le miró incrédula.
—¡Yo no he hecho eso! ¿Quién te dijo eso?
Rafael estaba furioso.
—No me mientas.
—Juro, que no miento, señor González, ¿por qué no me cree? Deme una prueba de que soy una traidora.
—Dame tu móvil, lo revisaré.
Valeria estaba incrédula, pero al final, Valeria se dio por vencida, y le dio el teléfono.
El hombre lo tomó y comenzó a revisarlo.
Valeria solo hundió la mirada.
Rafael revisó los mensajes, incluso mensajes de la plataforma social, las llamadas, los últimos números eran de su madre, pero èl no confió, llamó por teléfono y le pidió que hablara con su madre.
Valeria lo hizo, saludó a su madre, y luego colgó.
Rafael se sintió c