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Mi corazón no tiene precio
Mi corazón no tiene precio
Por: escritora autonoma
Capítulo 1 – Una historia que no pedí vivir

Ahí estaba yo, en medio de una clase de Comercio Internacional. El reloj parecía moverse en cámara lenta, y la voz monótona del profesor no ayudaba en nada.

—Los tratados bilaterales entre países de Asia y América Latina son fundamentales para...

Blah, blah, blah...

No pude más. Dejé caer la cabeza sobre el libro abierto, cerrando los ojos con desgano. Me sentía agotada, no solo por el aburrimiento de la clase, sino por el peso invisible que siempre cargaba sobre los hombros.

¿Cómo terminé aquí?

Bueno, supongo que les contaré, aunque no es precisamente una historia bonita.

Mi nombre es Katherine Park. Tengo 20 años, soy estudiante universitaria, mitad asiática, mitad americana, y oficialmente hija de nadie... o de todos.

Estudio Comercio Internacional, no porque me apasione, sino porque Mery, mi madre adoptiva, dijo que era una buena carrera. Y después de todo lo que ha hecho por mí, lo mínimo que podía hacer era obedecerla.

No siempre tuve esta vida. De hecho, mi verdadera madre me echó a la calle cuando tenía apenas once años. Me gritó que era una carga, que jamás debí haber nacido. Todavía recuerdo su mirada de desprecio mientras cerraba la puerta en mi cara con mis cosas en una bolsa de basura.

Mi padre biológico... ni siquiera merece ese título. Nunca me reconoció, nunca me buscó, nunca preguntó por mí. Yo solo era una consecuencia indeseada de una relación que él quiso olvidar. Nada más.

Fue la señora Mery, una mujer que no me conocía de nada, quien me recogió del sistema de adopción y me dio lo que ningún otro adulto me ofreció jamás: amor.

Y no, no es exageración.

Mery es... luz. Una persona dulce, compasiva, fuerte. Me enseñó a sonreír de nuevo, a confiar. Nunca me miró con lástima, nunca me trató como un proyecto de caridad. Desde el primer día, me llamó hija. Desde el primer día, me hizo sentir que valía algo.

Mery tiene dos hijos biológicos, gemelos de 24 años: Sila y Jhon Xui.

Sila es todo lo que yo no soy: dulce, ordenada, amable, brillante. Me trata como una hermana menor, siempre pendiente de mí, como si en su interior supiera cuánto necesito esa figura protectora.

Jhon, en cambio… es otra historia.

Desde que lo conocí, supe que había algo oscuro en él. Tenía una mirada fría, distante, como si el mundo entero le diera igual. Cuando tenía 14 años se fue a China con los abuelos adoptivos, y no supe más de él durante años. Lo que sí sé es que causó problemas aquí, allá y en todas partes. Pero eso... eso lo contaré más adelante.

Mi familia adoptiva es una mezcla de culturas: raíces asiáticas por parte de Mathew, el esposo de Mery, y sangre americana por parte de ella. Yo encajo en esa mezcla, al menos físicamente. Aunque, sinceramente, muchas veces no siento que encaje en nada.

Y aquí es donde aparece el señor Mathew.

No lo llamo padre. No puedo. Él me lo prohibió.

Mathew es el jefe de una poderosa organización mafiosa. Se mueve entre sombras, negocios turbios, amenazas y poder. Su sola presencia impone respeto y miedo.

Desde el primer momento me dejó claro que no me quería allí. Que era una carga, un error, una molestia que Mery había traído a casa por capricho. Y aunque no me echó, tampoco hizo nada por hacerme sentir parte de la familia. De hecho, solo me tolera porque Mery lo obligó a hacerlo.

Ella insistió en que yo tenía derecho a estudiar, a tener un futuro. Le exigió que me ayudara con la universidad, y él lo hizo... de mala gana. Lo mínimo. Ni una palabra amable, ni una sonrisa. Solo silencio, frialdad y desprecio.

¿Y saben por qué me odia tanto?

Porque mi madre biológica fue su ex pareja. Una relación enferma, obsesiva y peligrosa.

Ella le mintió durante años, le hizo creer que yo era su hija. Usó mi existencia como ancla para mantenerlo cerca. Cuando Mathew conoció a Mery y se enamoró de verdad, mi madre no lo soportó. Hizo lo imposible por separarlos, incluso llegó a lastimar a Mery física y emocionalmente. Pero Mery nunca habló mal de ella. Nunca me culpó por el pasado.

Mathew sí.

Él no puede mirarme sin recordar el engaño.

Para él, yo soy el fruto de la locura.

La cicatriz de un error.

¿Y mi padre biológico?

Mejor siéntate, porque esto se pone peor.

Mi verdadero padre es un asesino, caníbal, drogadicto y psicópata. Actualmente está internado en un manicomio de máxima seguridad. ¿La razón? Intentó asesinar a Mery.

Sí. Así de retorcido.

Según él, estaba enamorado de ella. Y pensó que si la mataba, estaría con él para siempre.

Retorcido.

Insano.

Horrible.

Mery sobrevivió. Pero lleva una cicatriz en el abdomen que siempre cubre con vestidos largos. Nunca se queja. Nunca se lamenta. Solo sigue adelante, con una sonrisa firme en el rostro.

Así que sí.

Mi vida no es normal.

Mi familia no es normal.

Y yo... yo solo trato de no desmoronarme.

Justo cuando pensaba que las cosas se habían calmado, que al menos podría terminar la universidad en paz, llegó una noticia que lo cambió todo:

Jhon Xui había regresado de China.

Y con él, la tormenta.

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