—¡Suéltame, me estás lastimando! —grité con la voz quebrada, cerrando los ojos con fuerza mientras intentaba apartarlo de mí.
Jhon aflojó sus dedos de mi cuello, solo para sujetarme con brutalidad de las muñecas. Su mirada, antes humana, ahora estaba vacía, opaca, como si algo dentro de él se hubiera roto para siempre.
—¿Eso te duele? —susurró con una sonrisa torcida—. No hagas como si fueras inocente, Katherine... Las zorritas como tú siempre se hacen las víctimas.
Intenté contener las lágrimas. Golpeé su entrepierna con la rodilla y, en cuanto lo vi doblarse por el dolor, salí corriendo hacia la puerta. La manilla no giraba. Asegurada. Atrás, los pasos de Jhon tambaleaban de ira.
—¡No, no, no... abre maldita sea! —rogué desesperada, buscando las llaves en mis bolsillos. Vacíos. Mi corazón latía con tanta fuerza que creí que se me saldría por la boca.
Corrí hacia el interruptor, con la esperanza absurda de que encender la luz hiciera real la posibilidad de escapar. Pero antes de alca