Capítulo 256

El grito de Svetlana retumbó en las paredes de la habitación como si hubiera roto más que el agua. Dante reaccionó antes de pensarlo: la cargó entre sus brazos y gritó el nombre de Ásgeir, luego de Fabio... con la voz de un jefe que ordena y de un hombre que tiembla.

La casa, entrenada para emergencias de plomo y pólvora, ahora se movilizaba por un nacimiento. Los hombres corrieron a abrir paso, las muchachas dejaron caer paños de cocina y libros; Fabio ya estaba en la puerta con el teléfono en la mano.

—¡El doctor ya espera! —informó, con esa calma seca que aprendió en la cárcel.

Ásgeir había previsto todo: el coche estaba en la entrada, motor encendido, maleta lista con ropa.

Dante la aferró contra su pecho con más fuerza. El contacto de la piel húmeda y temblorosa de Svetlana le arrancó un rugido interno, mezcla de miedo y de amor desesperado.

—No me sueltes… —murmuró ella, aferrándose a su cuello.

—Nunca, mi sol. Nunca.

Atravesaron el pasillo como un cortejo de guerra. Guardias ab
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