La sala estaba luminada por la luz cálida de las lámparas que se reflejaban en la superficie pulida de la mesa de caoba. Dante estaba reclinado en su silla, las manos entrelazadas con firmeza. Ásgeir estaba a su lado, con la mirada fija, y un par de hombres más de su confianza estaban en las esquinas de la sala, prestando atención al más mínimo movimiento.
El ambiente estaba cargado de tensión, como siempre que se trataba de algo que involucraba a Fabio.
—El caso de Fabio está siendo manejado con hermetismo total —dijo Ásgeir, su voz grave cortando el silencio que llenaba la sala—. Los estadounidenses no quieren que nadie tenga acceso a la información, especialmente si se trata de los cargos que se le están imputando.
Dante se reclinó hacia atrás, mirando pensativo las luces del exterior que se colaban entre las rendijas de las ventanas. Sabía lo que significaba la jugada que estaban haciendo. Era una presión directa hacia él. Pero Dante Bellandi no caía tan fácilmente en las trampas