Dos semanas después...
—¿No te aburres allí sentada todo el día? —preguntó él, con la voz todavía un poco áspera por los días de intubación, pero firme, ya sin los temblores del dolor o la morfina.
—No me aburría cuando estabas inconsciente, ahora menos que puedo hablar contigo —le respondió ella, sin despegar la vista del libro abierto en su regazo.
Él giró la cabeza hacia ella, y por un instante no pensó en las vendas ni en los cables que aún estaban conectados a él. Por un instante, se sintió vivo. Solo un hombre más, con la mujer que amaba. Respiró hondo, y para su grata sorpresa, ya no sintió el tirón punzante en el costado donde el pulmón se había colapsado.
—Hoy me siento más fuerte. Quiero pararme.
—¿Estás seguro?
—Quiero intentarlo.
Svetlana lo ayudó a incorporarse, ajustando la bata que colgaba floja sobre su torso aún vendado. Sus piernas, aunque más firmes, temblaron al primer intento, pero se sostuvo con el apoyo de la barra metálica junto a la cama. Caminó dos pasos. Lue