La noche aún no termina

Tristan la empujó contra la cama y se subió encima de ella, comenzando a lamer lascivamente su cuello mientras guiaba las manos a sus pechos, ahuecándolos.

Masajeó uno de sus pechos con una mano y la otra la bajó lentamente por la curva de su cintura hasta llegar a sus muslos, recorriendo la piel sensible de su muslo interno antes de llegar a donde quería.

Sus dedos bailaron por sus labios vaginales, buscando su punto de placer, poniéndose a retorcerlo y pellizcarlo deliciosamente haciéndola gemir y chillar de gusto.

Realmente agradecía que las paredes del palacio fueran tan gruesas y que los sirvientes rara vez pasaran por estos pasillos por las noches. Estaba segura de que hacía mucho ruido.

Hubiera seguido con esos pensamientos para evitar desmayarse de placer, pero apenas uno de los dedos de él se abrió paso en su interior mientras los otros seguían torturando su clítoris, todo pensamiento racional desapareció.

Lo único que su mente podía registrar era el placer que iba en aume
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