—¿Dónde está tu mochila?
—La dejé aquí ayer…
—¡Mateo, búscala, se nos hace tarde! —Daniela dejó a Mateo y luego colgó la mochila de Adriano, a la vez que miraba el reloj.
Era demasiado tarde, y estaba desesperada.
Entonces, fue a encender el auto, y cuando regresó, Mateo apenas se ponía sus tenis.
—¡Dios, llegaré más tarde que siempre!
—Mamá, creo que Adriano no se siente muy bien.
Y Daniela achicó la mirada.
—Adriano, no hoy… siempre lo haces.
Adriano alzó los hombros, a veces parecía de menor ánimo cuando tenía mucho sueño y no quería ir a la escuela, así que Daniela lo conocía bastante bien cuando jugaba de esa forma.
Casi a la fuerza los metió al auto y comenzó a hablarles mientras iba en camino hacia el colegio.
—Por favor, por favor, no quiero quejas. Ayer tuve una nota de la maestra, Adriano, empujaste a un niño.
Adriano iba enfurruñado.
—Él me empujó primero, es un tonto.
—¿Qué? —Daniela se estacionó y se dio la vuelta—. Llamar tonto a alguien no es correcto, niño.
—Yo he dich