CAPÍTULO 25

—¿Dónde está tu mochila?

—La dejé aquí ayer…

—¡Mateo, búscala, se nos hace tarde! —Daniela dejó a Mateo y luego colgó la mochila de Adriano, a la vez que miraba el reloj.

Era demasiado tarde, y estaba desesperada.

Entonces, fue a encender el auto, y cuando regresó, Mateo apenas se ponía sus tenis.

—¡Dios, llegaré más tarde que siempre!

—Mamá, creo que Adriano no se siente muy bien.

Y Daniela achicó la mirada.

—Adriano, no hoy… siempre lo haces.

Adriano alzó los hombros, a veces parecía de menor ánimo cuando tenía mucho sueño y no quería ir a la escuela, así que Daniela lo conocía bastante bien cuando jugaba de esa forma.

Casi a la fuerza los metió al auto y comenzó a hablarles mientras iba en camino hacia el colegio.

—Por favor, por favor, no quiero quejas. Ayer tuve una nota de la maestra, Adriano, empujaste a un niño.

Adriano iba enfurruñado.

—Él me empujó primero, es un tonto.

—¿Qué? —Daniela se estacionó y se dio la vuelta—. Llamar tonto a alguien no es correcto, niño.

—Yo he dich
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