“En la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias”
~Robert Green Ingersoll~
Alexander tuvo la impresión de que Neyra estaba demasiado tranquila. Sabía que ella estaba dolida y enojada, y que sólo era cuestión de tiempo para que el mar de emociones que estaba conteniendo salieran de control. Al ver la reacción de Neyra cuando intentaron cerrar el ataúd, comenzó a acercarse hacia donde se encontraba ella. Estaba muy alterada y eso no iba a terminar bien, por suerte, Alexander llego al lado de Arturo justo antes de que una de las rodillas de ella tocara el piso.
En una principio todos pensaron que Neyra sufrió sólo un desmayo y que pasaría cuando le pasaran un algodón con alcohol por los orificios nasales; lo cual no sucedió. Al poco rato, Alexander comenzó a sentir algo húmedo en su brazo, pero no le prestó atención. Fue hasta después que se percató que lo que estaba humedeciendo su brazo era sangre. La sorpresa desapareció cuando comprendió que no era de él, sino de Neyra.
Ale