A Ben Lefevre le dolió más el orgullo que el golpe que le propinó su jefe, se puso de color rojo tan intenso que algunos pensaron que le daría un ataque o algo parecido. Se mordió la lengua para no decir nada, sabía que el jefe no andaba de humor para aguantar una insensatez como esa, así que se tragó el orgullo y murmuró una disculpa.
—¿Como dijiste? —dijo Ryker acercándose a Ben mientras se ponía una mano en el oído a modo de bocina.
—Que lo siento mucho, jefe —repitió— No volverá a ocurrir.
—Eso espero, Ben, eso espero —dijo con una sonrisa llena de malicia— No me gustaría tener que mandarte a conversar con los peces, ¿No te parece?
Ahora la lividez del rostro de Ben contrastó notablemente con el intenso rubor anterior: Sabía muy bien a qué se refería Ryker porque era su forma favorita de “desaparecer” a las personas molestas para él.
—No hará falta, jefe —dijo mientras secaba el sudor de su frente.
—Bien —dijo desentendiendose de Lefevre, sabía que este había entendido la ame