Al salir de la oficina de Roberts iba llena de entusiasmo de nuevo.
—Laura —le dijo a la secretaria— El señor Roberts me permite que salgas conmigo, voy a necesitar tu ayuda, ¿Te parece bien?
—¿Salir con usted, señorita? —le dijo con sorpresa.
—Así es, voy a necesitar algo de ayuda —le dijo Rachel— Recoge tu cartera y ven conmigo.
—Por mi, encantada, señorita Anderson —Dijo ella buscando su bolso para salir.
De pronto el señor Robertson se asomó a la puerta de su oficina para llamar a Rachel.
—¡Señorita Anderson! Espere un momento —El señor Robertson movió su voluminosa humanidad hasta llegar a donde Rachel esperaba.
—¿Se me olvidó algo? —dijo Rachel.
—No, señorita Anderson —dijo Robertson— Sólo que llegó el motorizado del banco, le traen sus tarjetas y la chequera de su cuenta corporativa. Quiere recibirlas aquí o lo envío a su oficina.
—¡Ah! Ok señor Robertson, por favor envíelo a mi oficina, se lo agradeceré mucho —le sonrió— Y gracias por todo.
—Para servirle, jefecita —rió de su