Capítulo 6
—¡Devuélveme mi collar! —exclamé, lanzándome hacia adelante con la voz llena de desesperación.

—¿Por qué debería devolvértelo? —Selena retrocedió, jugueteando con el collar de cristal con satisfacción maliciosa—. Tu hermano me lo dio, dijo que no mereces llevarlo, solo yo.

Esquivó mis manos mientras presumía su trofeo.

—¡Era de mi madre! ¡Devuélvemelo! —grité.

Podía dejar ir cualquier cosa, pero eso no, jamás.

Intenté agarrarlo, pero ella seguía retrocediendo. Cuando finalmente me abalancé, ella se hizo a un lado en el último momento.

Al verme caer al suelo, indefensa, se rio con cruel deleite.

—Mírate —se burló—. ¿Dónde está esa loba feroz que solías ser? Ahora pareces una perra lastimera.

Mientras intentaba ponerme de pie, me dio una fuerte patada en la espalda, cuando traté de levantarme de nuevo, me pisó la mano.

—Mírate. Viviendo así... ¿qué diferencia hay entre esto y estar muerta? —Selena hundió más el puñal—. Cielo, tu hermano ya no te quiere. ¡Eres la única que no es bienvenida en esta casa!

Se acercó a la ventana, balanceando mi collar sobre el borde, aflojando lentamente su agarre.

—¿Quieres este collar? ¡Ja! No te lo voy a dar.

—¡No! —le agarré la pierna y empujé con todas mis fuerzas, lanzándome hacia el collar como una criatura salvaje.

—¡Selena! ¡Ya me quitaste a mi hermano y me quitaste este hogar! ¡¿Por qué no me dejas en paz?!

No sé cómo sucedió, pero cuando recuperé la consciencia, Selena estaba en el suelo retorciéndose de dolor y sujetándose el estómago. Tenía un corte en el brazo y había una daga de plata ensangrentada cerca.

—¡Selena! —mi hermano apareció en la puerta, su rostro contorsionado por la conmoción y la ira mientras gritaba su nombre.

—Me duele el estómago —gimoteó ella, mirándome con los ojos llenos de lágrimas—. La plata lastimó a mi loba. Cielo, ¿por qué me hiciste esto? —sollozó.

La bofetada de mi hermano llegó con toda su fuerza. Caí al suelo con la cabeza dándome vueltas.

—¡Cielo! ¡Eres despiadada! ¡Todo ese tiempo que has tenido para reflexionar y no has cambiado nada! ¡No quiero volver a verte! —rugió.

Tomó a Selena en sus brazos y salió corriendo.

Mientras se iban, capté la mirada vengativa de Selena. Sus labios formaron dos palabras en silencio: «Estás muerta».

Esa escena se superpuso perfectamente con el recuerdo de la fiesta de graduación.

Un terror indescriptible surgió desde lo más profundo de mi ser.

¡Me enviarían de vuelta a ese lugar sin luz! ¡Mi hermano ya no me quería!

¡No!

¡No podía volver allí!
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