—El hospital me exigía el pago y no pude localizarte...
—¿Qué? —dijo mi hermano frunciendo el ceño, pero antes de que pudiera terminar, Selena se acercó a nosotros.
—Cielo, entra —dijo ella con calidez—. ¿Te sientes mejor? Necesitas dinero para la cuenta del hospital, ¿verdad? Te haré la transferencia.
—Yo me encargo —interrumpió mi hermano, enviándome diez mil dólares de inmediato—. ¿Es suficiente? —preguntó secamente.
Asentí y me di la vuelta para irme, con la intención de recuperar mi collar.
—¿Adónde vas? —exigió saber.
—El collar de cristal sanador que me dejó mamá... tuve que dejarlo en la clínica como garantía.
Apenas había dado unos pasos cuando Selena me agarró del brazo.
—Parece que va a llover —dijo con falsa preocupación—. Acabas de salir del hospital. No andes por ahí, deja que el chofer lo busque por ti.
Quería negarme, pero mi hermano me observaba fijamente. Sabía que si rechazaba la sugerencia de Selena, se enfadaría. Sin embargo, el chofer regresó mucho después sin mi collar. El sanador afirmó que había desaparecido.
—¿Cómo puede haberse perdido? ¿Cómo? ¡Solo fue un día! ¡Dije que volvería con el dinero! ¡Se lo prometí! —dije, con la voz quebrada por la desesperación.
—Bueno —el sanador se encogió de hombros—, la clínica recibe a mucha gente todos los días. No podemos estar pendientes de todo. Mira, si eso ayuda, te perdonaremos los gastos médicos.
Agarré el brazo del sanador, suplicando y exigiendo respuestas.
—¡Basta! ¡Deja de humillarte! —Mi hermano me apartó de un tirón—. ¡Era el collar de mamá y lo entregaste descuidadamente a unos extraños! Ahora ha desaparecido, ¿de quién es la culpa?
Se disculpó con el sanador y me arrastró fuera.
—Haré que alguien lo busque —murmuró—. Deja de montar escenas. Gritando en un lugar público... ¿qué te pasa?
Sus duras palabras me dejaron sin habla.
Me encerré en el sótano, incapaz de dormir durante toda la noche. No podía entender por qué perder el collar me llenaba de tanto terror y pánico, quizás porque era una de las pocas cosas en mi vida que aún me pertenecían. Ni siquiera había podido conservar eso.
Esa noche, soñé con mi madre. Tocó mi rostro, sonriendo con tanta ternura, con los ojos llenos de preocupación.
—Mi amor, ¿por qué estás tan delgada? ¿Tu hermano no te ha estado cuidando?
Conteniendo las lágrimas, me lancé a sus brazos y lloré.
—¿Quién ha estado molestando a mi hija? Les daré una lección. ¿Es tu hermano?
—No, mamá. Mi hermano es bueno conmigo —dije, sin poder contener las lágrimas—. Mamá, te extraño tanto. Estoy tan cansada y perdí el collar que me diste. Soy una inútil.
Me encerré en mi habitación durante todo un día, sin querer ver a nadie. Mi hermano nunca vino a verme, pero Selena sí lo hizo.
Cuando la vi, intenté cerrar la puerta, pero ella ladeó la cabeza para mostrar mi collar de cristal sanador perdido colgando de su cuello.
—¿Cómo lo conseguiste? —jadeé.
Aprovechando mi conmoción, se abrió paso hacia mi habitación a la fuerza.