El día de la boda, la mansión privada más exclusiva de Manhattan se convirtió en un verdadero cuento de hadas, deslumbrante y llena de magia. Cientos de invitados, figuras clave y miembros influyentes de diferentes familias, se reunieron en un ambiente de opulencia. Por todas partes, mercenarios vestidos de negro permanecían atentos, listos para actuar ante cualquier imprevisto.
Cuando la ceremonia comenzó, tomé el brazo de mi padre y empecé a caminar lentamente por la alfombra roja. Harold me esperaba al final del pasillo, impecable en su traje negro hecho a medida. Su mirada, intensa y profunda, no se desvió de mí ni un solo segundo.
El trayecto desde la entrada hasta el altar no duró más de unos pocos minutos, pero para mí, el paso de una relación equivocada a estar al lado del verdadero amor fue un viaje de diez largos años.
Harold se arrodilló frente a mí, abrió la caja del anillo, y el enorme diamante brilló con fuerza bajo las luces del salón.
—Sylvie, ¿quieres casarte conmigo?