Harold se paró frente a mí, separando por completo la mirada ardiente de Félix. Pero este último parecía completamente fuera de sí, incapaz de aceptar la realidad.
—Sylvie, no hagas esto. ¿Cómo vas a botar todo después de diez años juntos? ¿Acaso todas las promesas que nos hicimos fueron mentira?
Ya no quería seguir discutiendo, así que saqué el certificado de matrimonio de mi bolso y se lo tiré, directo a la cara.
—Félix, no te estoy mintiendo. Ya me casé.
La mirada de Félix cambió de sorpresa a desesperación, y me gritó:
—¿Por qué...? Ten compasión ¡dime por qué!
Ni siquiera pudo acercarse a mí, porque Harold levantó la mano con un simple gesto, y en un instante, sus hombres se interpusieron entre nosotros.
Harold se puso completamente serio, y su voz sonó sombría, casi amenazante.
—¿Tienes el descaro de cuestionar a Sylvie? ¿No sabes lo que hiciste?
Luego, Harold sacó unas fotos de su chaqueta y se las arrojó a Félix. En las imágenes, Lilian aparecía con un vestido de novia blanco,