Con la verdad revelada, el rostro de Diego palideció como el papel y cayó pesadamente en el sofá. Dios, ¿qué había perdido en estos tres años?
Leandro, apoyado en el vestíbulo, sentía que su rostro se volvía cada vez más pálido. Las palabras de Rafael le impactaron profundamente. Durante tres años, había malinterpretado a Luna. Ella no había drogado a Diego ni quería seducirlo para casarse con una familia adinerada; incluso, ella misma era una víctima.
¿Y qué había hecho él? No confió en ella, la sospechó, la incriminó e incluso, por celos, la descuidó. Ella había sido una chica tan hermosa, con un corazón puro, pero él la malinterpretó.
Resulta que ella había salvado a Diego; era su salvadora. Por eso la encontró afuera de la finca de la familia Guzmán y quería infiltrarse allí para devolverle el collar a Diego. Si no hubiera sido por la interferencia de Victoria, si ella y Diego se hubieran reconocido sin problemas...
—¿Y qué importa? No importa cuál sea la verdad; no cambia el hecho