Coche de policía y ambulancias se congregaron frente al antiguo complejo residencial.
Los residentes, al enterarse de que había ocurrido un incidente violento en una vivienda, se agruparon muy ansiosos para observar.
Víctor, preocupado, ordenó a sus subalternos que llevaran primero al delincuente de regreso a la comisaría. Él acompañó la ambulancia para llevar a César y a Delfina al hospital. Al mismo tiempo, se encargó de notificar a Clara y a su esposo.
En la ambulancia, Delfina, que había sufrido un shock debido a la asfixia, llevaba una máscara de oxígeno. La tonalidad morada de su rostro, causada por la falta de oxígeno, se desvaneció, revelando una palidez que conmovía el corazón.
—Delfina, por favor, no te pasa nada.
César, con la cara magullada e hinchada por los golpes, no podía preocuparse por sí mismo y solo estaba ansioso por la crítica situación de la chica. Sostenía firmemente su mano delicada y flexible durante todo el trayecto.
—Por el momento, todas sus señales vitales