Después de regresar a casa, Delfina, cayó exhausta por haber compartido demasiadas penas con Clara y haber llorado repetidas veces, se durmió profundamente hasta la tarde del día siguiente.
Su madre se fue a trabajar a casa de una vecina, y Delfina, luchando con todas sus fuerzas por ponerse en pie, sin ánimo para salir, decidió llamar al dueño de la sastrería donde trabajaba y encargó algunos tejidos para hacer una mochila para César.
En realidad, si fuera para cualquier otra persona, tal vez no se molestaría en dedicar el tiempo y esfuerzo a hacerlo.
Pero cuando César le hizo la solicitud con tanta precaución, sus ojos brillaban intensamente, y su tono era tan sincero que no parecía una simple sugerencia. La hizo sentir muy preocupada y quería realmente ayudarlo lo antes posible.
Por la noche, el dueño de la sastrería llamó para decirle que había enviado a alguien con la entrega y que los tejidos estaban a punto de llegar a su puerta.
Delfina le agradeció efusivamente y esperó pacien