Mientras subían las escaleras, se revolvía en sus brazos, pateando y golpeando con todas sus fuerzas.
Sin embargo, ella siempre había controlado su figura mediante una dieta estricta, sin hacer ejercicio con regularidad, así que, por mucho que luchara, para Guillermo sus esfuerzos eran como los arañazos de un gatito.
—Acúsame. Tu tío Víctor regresó este año a la fiscalía de la capital, qué conveniente para que vayas con él —dijo él con calma.
Apestaba a alcohol y llevaba el cuello de la camisa revuelto por los manotazos de su esposa. Con esa sonrisa despreocupada, tenía todo el aire de un perfecto canalla elegante.
Ella pataleó un par de veces más. Justo antes de entrar en la habitación, se detuvo de golpe.
Entre el olor a tabaco y alcohol, percibió un ligero aroma dulzón que le resultaba familiar.
No tardó en identificar el perfume.
Afinó el olfato.
Sí, era ese.
En su opinión, era una fragancia adolescente y corriente; si dabas una vuelta por cualquier centro comercial, la probabilid