ANNA
Me levanto lentamente, las piernas un poco demasiado rígidas, como si mi propio cuerpo se negase a obedecer. Mis ojos se aferran al espejo frente a mí, y lo que veo me hiela.
El reflejo se parece a mí... pero no me pertenece. Soy yo, sí, pero una versión extraña, casi ahogada bajo la perfección. Peinado impecable, maquillaje sin defecto, vestido que abraza cada línea de mi cuerpo como una segunda piel. Debería sentirme hermosa. Pero lo que siento es un pánico sordo. Un miedo que se arrastra bajo la piel, silencioso pero tenaz.
Me siento frente al tocador, incapaz de desviar mi mirada de mis manos. Están temblando. Apenas, pero lo suficiente para que lo note. Esta noche… esta noche, debo encontrarme con clientes. No es la primera vez que me visto así, pero es la primera en que la sensación de ser un objeto perfectamente empaquetado me da náuseas. No es una simple velada. Nunca es una simple velada. Y algo en el aire… algo me dice que esta va a ser diferente. Más tensa. Más inquiet