—Si querías casarte con alguien solo para decirle qué hacer y qué no hacer, te hubieras unido a Cristina, ella parece más dócil… —refunfuñó Morgan.
Ivar se acercó un poco más, hipnotizado por su belleza, y acarició su mejilla con una ternura tan profunda e intensa que le robó el aliento a Morgan. Al verla tan hermosa y delicada con ese vestido, incluso se olvidó de lo que estaba reclamando.
«Mi pequeña fiera», pensó con media sonrisa. «Tan rebelde como atractiva».
—¿Quién eres tú y qué hiciste con Ivar? —preguntó Morgan retrocediendo y con las mejillas encendidas. Sabía cómo responder a sus regaños y reclamos, pero no a sus caricias.
—No te acerques a Elliot… No confío en él. —Ivar extendió su mano hacia ella, esperando con paciencia a que la tomara.
—Supongo que… está bien —respondió Morgan con el corazón latiéndole en la garganta y tomó la mano de Ivar, se sentía más cálida que de costumbre.
Era como si su naturaleza nórdica hiciera que su piel fuera normalmente fría, pero ah