Tomándola de su cintura y poniendo una leve sonrisa la acomodo más entre sus brazos, su vestido era corto y viendo por el espejo se lo subió un poco del cual se miraba sus increíbles nalgas, era imposible no poder sostener ese deseo de verla y al tenerla así aumentaba sus deseos.
— Que ya no estés resentida conmigo, que me dé una de sus risas irritantes y que me deje redimir mi error, no tengo nada contra Lían —
Eso hizo reír a Korina, jamás espero que usara su oportunidad de pedirle algo más descarado para contentarla, con cariño ella se acomodó dónde lo abrazo — Qué lindo. Lían es lo único que tengo. Cuando escuché eso… me dolió. Y aunque sé que no puedo reprocharle nada, porque usted es mi jefe y le debo este trabajo, no dejo de pensar en esas palabras —
Don Darío la miró fijo, sin decir nada al principio. El hombre serio y de hierro que todos conocían parecía titubear por un instante — No debí decirlo — Admitió con voz baja, inusualmente honesta — Fui duro. Tu hijo no me irrita…