Don Darío estaba acostado en la cama y con una mano en su cara tapando la luz de la lampara en la habitación — Ven y acompáñame, no sé qué pasa, pero me duele la cabeza —
— Déjame darte un masaje en la zona, te ayudará con el dolor —
— Es justo lo que quiero —
Ella se acercó y Don Darío puso su mano alrededor de ella tocando su cintura, algo tímida se acomodó y con sus dedos le empezó a dar masajes por su cabeza, cuello y hombros.
Este subió su mano por su cintura y la pego un poco más a él, del cual comenzó a jugar con su largo cabello — Trata de no poner expresiones en tu rostro, note que te inquieto la idea de que te podía cambiar. Necesito que te acostumbres a que toque ciertas partes de tu cuerpo, en especial las piernas. No significa que te puedan tocar de manera descarada, es solo marcar límites de manera correcta —
— No me había percatado de eso, tampoco sabía que lo podían cambiar a uno, sí así lo desean —
Don Darío se le quedó observando, su expresión tierna y preocupad