Ellos regresaron y durante el mes estuvieron más unidos que nunca. Cada salida, cada mirada y cada gesto de cariño dejaban claro a los demás que Korina ya no era solo una compañía pasajera: Era su mujer.
Don Darío, decidido a proteger lo suyo, demandó a las personas que habían exhibido su intimidad en los medios. Aun así, la furia lo alcanzó cuando, tomando el periódico en una mano, una taza de café terminó estrellándose contra la pared al ver las noticias.
— La odio, es una estúpida — Gruñó alguien con un rencor que se le desbordaba en cada palabra.
— A mí me parece que es toda una delicia — Dijo Miguel, con una sonrisa cínica — Yo estaría así también con ella —
— Miguel, eres un asqueroso cerdo —
— Ja, ja, ja… Katty, relájate. Pronto iniciamos con el plan, tan solo falta una semana —
— La estoy deseando. Créeme, se le bajará toda esa ilusión — Contestó Katty, con veneno en la voz.
Las risas llenaron la habitación, mientras Haisel, en silencio, leía la noticia en su celular. Cuanto m