Farid tomó su celular y comenzó a enviar unos mensajes, pensando en cómo separarlos, pero que fuera culpa de ella — Marvin ve a trabajar —
— ¡Hay ya!, está bien —
La noche había caído sobre la ciudad y el casino por fin comenzaba a calmarse. El bullicio de las mesas y el brillo de las luces quedaban atrás, reemplazados por el silencio de los pasillos cuando Korina terminó de ordenar los últimos detalles de su turno. Don Darío, como siempre, había revisado los informes con su mirada implacable hasta dar por concluido el día.
— Todo al día, señor — Confirmó Farid con seriedad, guardando las carpetas.
Don Darío asintió apenas y, con un gesto de la mano, indicó que era hora de marcharse.
Ya en el auto, hicieron una breve parada en la guardería cercana. Korina bajó apresurada, y en cuanto vio a Lían dormido en brazos de la cuidadora, su corazón se llenó de ternura. Lo tomó con cuidado, lo acunó contra su pecho y le besó la frente antes de regresar al vehículo.
El trayecto hacia la mansión