Catalina observó cómo el edificio recuperaba su rutina habitual.
No había alzado la voz. No había intentado detenerlos.
Aquella deserción no la sorprendía; pocas cosas lo hacían.
Tomó el teléfono y marcó un número que no figuraba en su agenda.
—Inicien el Protocolo 77 —dijo—. Solo fase uno. Sin movimientos visibles.
Colgó y dejó el dispositivo sobre la mesa.
No era el protocolo que habría elegido.
Pero Valeria Blake llevaba semanas forzando decisiones que nadie más se atrevía a tomar.
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En la mansión Blake, el despacho estaba en silencio.
Leonard dejó el informe sobre la mesa sin dramatismo.
—Tenemos material suficiente para desmontar a Sofía en menos de veinticuatro horas —dijo—. Declaraciones cruzadas, cronología, contradicciones. Incluso Catalina quedaría salpicada.
Valeria no levantó la vista del dosier. Tenía suficiente en aquella carpeta para arruinar la vida de su hermana. Fotos, vídeos… incluso el pendrive reposando en el lateral parecía pesar más de lo que debí