En la habitación, Valeria se metió en la ducha y dejó que el agua caliente cayera sobre ella como una tregua tardía. La noche había sido demasiado intensa: la presentación ante las otras protegidas de Helena, el doble enfrentamiento con Sofía, las acusaciones de su padre, la histeria de Amanda, la mirada acusadora de Ethan… todo se le acumulaba como un peso imposible en el pecho.
Durante unos minutos, el agua logró llevarse parte del estrés de encima. Pero en cuanto cerró los ojos, regresó aquello que más la desgarraba:
la certeza de que su relación con Leonard tenía fecha de caducidad.
Volvía siempre al mismo punto. Una y otra vez. Y cada vez dolía más.
Cuando salió del baño, se detuvo en seco.
Leonard estaba sentado en la cama, solo en bóxer, leyendo en el iPad. La luz cálida del dormitorio delineaba sus hombros, el pecho firme, la línea tensa de su abdomen. Valeria frunció los labios, casi molesta. ¿Por qué ni siquiera sentado ese hombre tenía un mínimo de barriga?
Su mente s