La fiesta comenzó a reacomodarse poco a poco en el salón principal. Las conversaciones recuperaban su tono festivo, las copas volvían a alzarse, y la música se mezclaba con las risas forzadas de aquellos que intentaban olvidar el espectáculo del jardín. Pero todos, absolutamente todos, seguían mirando de reojo a Valeria Blake. Con respeto. Con miedo. Con fascinación.
Ella, en cambio, permanecía junto a la piscina, en silencio.
Sus medias sobre el suelo de mármol, sus tacones habían quedado a un lado como testigos mudos del caos, y su bolso descansaba abierto a sus pies. Valeria tomó las medias, las hizo un ovillo con un suspiro cansado y las guardó dentro del bolso, sintiendo que ese gesto simbolizaba más que un simple ajuste de vestuario: era guardar lo que quedaba de su antigua imagen para no tener que volver a mostrarlo.
Leonard la observó sin presionarla, con los brazos cruzados y esa tensión contenida de quien está preparado para actuar si ella lo pide.
Cuando Valeria se calz