La mañana llegó demaciado de prisa y aunque la noche anterior se había acostado demaciado tarde tener hijos significaba levantarte antes que ellos.
Miró al hombre tirado en su sofá y se sintió demaciado tonta por ser lo suficientemente tonta como para permitirle a Massimo convencerla de dejarle dormir en el sofá.
La mujer siguió su paso hasta la cocina y se encargó de prepararlo todo en el menor tiempo posible así que para cuando toda la casa olía a madera y café recién hecho Massimo se despertó.
—Buenos días—fueron sus primeras palabras—ese sofá era un poco incómodo pero estubo bien para una noche.
—¿Porque no te quedas a dormir entonses en tu hotel?
El ignoró completamente sus palabras, se sirvió alho de café y estaba a punto de decirme algo cuando la puerta sonó. Alba miró a Massimo sin saber esactamente quien podría ser a esa hora, pero no dudó en ir a abrir directamente la puerta.
Alba trago cuando al otro lado de la puerta, Lía sonreía con la calma del veneno. Massim