Lía golpeó la pantalla de su teléfono con tanta fuerza que la carcasa crujió. Estaba que no cabía dentro de sí misma de tanto enfado. La mujer pateó el aire cuando otra de sus llamadas fue rechazada.
Otro silencio que se le clavaba como un cuchillo en su orgullo. Massimo ni siquiera se dignaba a responderle un “no me interesa”. Simplemente la había borrado de su vida, como si nunca hubiera existido.
En esos últimos días no le importaba ni siquiera que ella estuviera embarazada, prefería perseguir como un perro faldero a la maldita de Alba. La mujer maldijo antes de intentar llamar una vez más; sin embargo, no obtuvo respuesta.
Lía estaba furiosa, pero lo que más la consumía no eran los rechazos. Lo que la estaba matando lentamente eran los titulares que aparecían a diario en las revistas de espectáculos desde hacía un par de días:
“Massimo y Alba disfrutan de un almuerzo en familia”
“El matrimonio que parecía roto revive como el ave fénix”
“Alba deslumbra en Roma, y su esposo no