Chapter Three

Anabelle

Vampiros, ellos existen.

No puedo quitarme esa imagen de mi cabeza, esa muchacha intentando morder mi brazo y al lograrlo como escupió mi sangre, todo me parecía tan raro y confuso en estos momentos. Esa noche me quede dormida, cuando los rayos del sol llegaron a mi ventana y quite la silla que bloqueaba la puerta principal, para cuando mi madre llegara no sospechara.

Esa semana que trascurrió me hice la enferma para no ir a la escuela, además no quería enfrentarme a la cruda realidad. Para la otra semana me era imposible volver a fingir que estaba enferma.

—Anabelle ¿Te sucede algo? Te siento aislada, ya casi no hablas conmigo —Mi progenitora intenta tocarme la frente pero la esquivo— ¡Estas súper pálida!

Intenta sacarme algún tema de conversación, pero mi mente solo tiene una palabra ¡Vampiros!

—Simplemente es que me he sentido muy mal y aún estoy débil.

Recojo mi mochila para esperar la guagua y antes de salir de mi cabeza, mi madre intenta agarrarme para contarme algo y toma mi brazo izquierdo la cual contiene la mordida. El dolor es insoportable, me agarra el brazo con más fuerza para que no me vaya, mientras que tenía que todo estaba bien, que no me dolía ni un músculo.

— ¡Se te olvidaba tu merienda, boba!

Suelta mi brazo rápido y le doy mi mejor sonrisa mientras salgo de mi casa corriendo para la parada de mi autobús. Estoy siendo demasiada desconfiada, con cualquier ruido a mí alrededor estoy a la defensiva, me asusta la mínima cosa, incluso el aire de hoy se encontraba bastante pesado y sospechoso.

—Vecinita acosadora…

Doy un brinco cuando me susurra al oído. ¿Por qué siempre aparece y desaparece tan rápido?

—Eres un idiota. ¡Me he pegado tremendo susto!

Zac comienza a reírse y yo solamente me limito para no golpearle bien fuerte.

— ¿Qué haces acá tan sola?

—Espero el autobús para ir a la escuela —Cruzo mis brazos mientras acaricio mis brazos y ansió la llegada de mi medio de transporte. — ¿Por qué tanto interés en mí?

—Eres mi vecinita acosadora, además aquella noche me mostraste que eras una muchacha misteriosa —Se muerde suavemente su labio inferior y comienza a mirarme, logrando que me ponga nerviosa— ¿Te paso algo en tu brazo?

Me pongo a la defensiva y lo oculto rápido.

—Un arañazo.

—Un fuerte arañazo entonces.

— ¿Qué te importa Zac?

El sonido de mi autobús me salva la vida y sin despedirme de él, salgo corriendo de su vista. Subo al autobús, miro la mordida e intento olvidarme aquel momento. La chica intentando matarme y descubrir ese día los vampiros existen, me ha perturbado mi existencia en semanas.

Llego a la escuela sin contratiempos, mientras estoy a la expectativa de alguna actividad paranormal, cuando Taylor llega a mi campo de visión. Viene corriendo hacia mi dirección y no me da tiempo a reaccionar cuando está en frente de mí.

—Ana ¿Te sientes mejor? Me he sentido fatal porque sé que ese resfriado lo cogiste de mi fiesta —Me abraza bien fuerte mientras que trato de jalar mi brazo para que no coja un mal golpe o se lastime aún más.

—No, tal parece que fue un catarro que estaba encubando y bueno la fiesta fue el punto final al asunto. Gracias por preocuparte linda.

Trato de escurrirme y llegar a mi casillero, pero seguía con Taylor detrás de mí.

—Oye, no quiero sonar chismosa pero ¿Ese chico de la fiesta es tu novio?

Trato de no atragantarme con mi saliva al escuchar eso.

— ¿Qué? ¡NO! ¡NO!

Taylor respira y suelta aire exageradamente, para sonreírme de una manera bastante superficial.

—Es que de este pueblo conozco prácticamente a casi todos los penes, me sé los tamaños y sabores de cada uno, pero ese, ¡Dios! Ese nunca lo he probado, además el chico es sumamente guapo.

Ruedo los ojos sin que me vea, creo que es demasiada información innecesaria para mí. Así que corto rápidamente su intervención.

—Es mi vecino, vive al frente de mi casa.

— ¿Es nuevo? ¿No? Porque nunca lo había visto en mi vida.

El timbre de inicio de clases interrumpe nuestra conversación y voy a mi primera clase. Me siento al lado de la ventana y al poco rato se posa un cuervo bien grande, me mira fijamente y aunque intento espantarlo se queda mirándome.

Me cambio de asiento asustada, pegado a la puerta de salida y al fijarme en la ventana ya este no estaba. Respiro profundamente e intento quitarme de la cabeza esas ideas raras y tontas.

(…)

No he atendido a ninguna clase, simplemente me he mantenido pensando y pidiendo con urgencia la hora de salida. Llego a mi casa, subo a mi habitación para despojarme de mi mochila y retirarme la bandita que tengo en la mordida.

Por lo menos ya va teniendo una buena pinta y se está sanando poco a poco. La unto de pomada antibacterial y la dejo un poco al aire libre. Agarro mis libretas para sentarme en el balcón de mi casa para realizar mis deberes y aprovechar el sol que aún está en el ambiente.

¿Saben? Nunca había amado tanto el sol como en estos momentos. La luz me da en el rostro y solamente quiero sonreír, pensar que me estoy volviendo loca, pero todo se esfuma cuando observo que en la casa de al frente donde mismo vive Zac, un señor de casi 50 años con piel pálida, ropa algo antigua, me está observando fijamente y de la nada siento el sonido de un cuervo posado en una de las macetas de mi madre.

Grito con fuerza y le tiro la goma de borrar que tengo en mis manos para espantarlo, pero este sigue haciendo el mismo sonido espeluznante.

Entro a mi casa corriendo, cierro todas las puertas y ventanas, e incluso cierro las cortinas para que nadie me observe. Me acomodo espantada en el piso y agarro con anterioridad un cuchillo para protegerme.

¿Es nuevo? ¿No? Porque nunca lo había visto en mi vida.

— ¡Oh, por dios! Ellos serán también vampiros.

Me tapo mi boca asustada, realmente estuve cerca de Zachary y pude morir, pero ya me hubiera matado y no me tendrían con esta incertidumbre. ¿Los vampiros no se mueren con la luz del sol? Zac estuvo hablando conmigo con la luz del sol

—Calma Anabelle, calma.

El teléfono de casa comienza a sonar y siento el miedo recorrer por todos mis músculos hasta llegar a mis huesos. Camino suavemente y lo agarro con miedo hasta escuchar la voz de mi madre preguntando el porque me había tardado. Al final su llamada era para decirme que debía quedarse en el hospital hasta por la mañana. Trato de decirle que no me quería quedarme sola, pero fue inútil ya que no acepten acompañantes.

Me levanto del piso para observar a la ventana y sigue el mismo señor mirando fijamente.

Esta sin dudas va hacer una noche bien larga.

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