Chapter Five

Anabelle

Me despierto de golpe, mi cabeza me duele mucho y me siento aturdida. Comienzo a observar las paredes, son oscuras y bastantes irregulares. Me levanto como puedo del colchón sucio y con mal olor, comienzo a tocar las paredes y me doy cuenta que me encuentro en una cueva. Mi pie se encuentra amarrado con una cadena de hierro que me aprieta el tobillo. La puerta es de madera casi a punto de podrirse, desde afuera se visualiza una luz tenue.

Me vuelvo acostar en un rincón de la habitación, sobo mis brazos por el frío que mantiene esta habitación, sumándole mi ropa mojada. Mi pelo aún no se ha secado del todo, por lo que calculo que no llevo mucho tiempo acá, incluso parte de mi ropa está bastante húmeda principalmente la interior.

Seco mis lágrimas con rabia, no tenía que haber huido de casa, tenía que enfrentar a mi madre y decirle sobre la mordida. Pero decidí ser cobarde y correr como una tonta, en una ciudad llena de vampiros. La puerta comienza a sonar y me pongo a la defensiva.

Un muchacho entra rápido y me deja una bandeja en el suelo.

—Espera —le grito con miedo, incluso se sintió como casi un susurro— Me puedes decir donde estoy.

—En un lugar a salvo.

Su voz finita me pone los pelos de gallina y vuelvo a sobarme los brazos. No puedo distinguir su rostro porque se encuentra despalda y la luz de la parte afuera de la habitación, no me deja enfocar bien.

— ¿Necesitas algo?

Me quedo pensativa antes la pregunta

—Necesito algo para mantener caliente, tengo mucho frío.

El muchacho asiente y sale de la habitación cerrando la puerta de golpe. Dejándome nuevamente en la soledad, así que abrazo mis piernas y comienzo analizar mí alrededor, una ruta de escape. Me levanto del colchón y sin hacer ruido con las cadenas, miro por la ventana pequeña para ver si puedo pedir ayuda.

Veo muchas piernas caminando de un lugar a otro, la luz es bastante oscura y no puedo divisar bien lo que andan haciendo.

— ¿Estás buscando algo? —Una voz gruesa me asusta, haciendo que caiga al piso pegándome un poco la cabeza con la pared.

Me pone en el piso una colcha, solamente me limito a observar al muchacho.

—Sé que te sientes desubicada, pero el jefe pronto vendrá a verte.

— ¿Quién es tu jefe? Estoy confundida, porque simplemente no me matan.

El muchacho que ahora se acerca comienza a sonreír y puedo detallar su rostro. Es rubio, de piel bastante pálida, sus ojos son de color miel y es bastante alto. Su ropa es de color negra y en su rostro tiene una cicatriz bastante notoria.

—No sabes lo especial que eres —Comienza a tocar mi rostro, su tacto es frío y enseguida mi piel se erizo. Quitó mi pelo húmedo de mi cuello y roza suavemente este, haciendo que me estremezca del miedo— Tienes unas venas bastante apetecibles.

—Lástima que no la puedas probar, imbécil.

Quito su mano de mi cuello, agarro rápido la colcha y me tapo completamente. Me quedo observándolo, hasta que decide salir de la habitación. Espero un momento en silencio, mirando fijamente la puerta. Mi garganta comienza a secarse y decido tomar enseguida la bebida que me dejaron en el piso, aunque dudo muchísimo de su contenido.

Tomo un buche pequeño, para darme cuenta que es solamente agua y de una sola toma decido vaciar el vaso. El líquido me hace recordar al llegar a mi estómago, que tengo demasiado hambre. En el plato hay un pedazo de pan viejo que hace que mi interior se revuelva.

No se demoran en salir mis lágrimas ¿Por qué me tiene que pasar todo esto a mí? ¿Por qué no me matan?

La puerta vuelve abrirse, entran dos muchachos con unas dagas y cadenas en sus manos. Me pongo a la defensiva nuevamente y uno de ellos, me agarra fuertemente uno de mis brazos.

— ¡Auch! Me estas lastimando bestia.

Me agarra aún más fuerte, me levantan con fuerza de mi esquina, mientras que el otro chico me quita la cadena de mi tobillo. Mi pie se siente más liviano y no dudo enseguida, de darle una patada al vampiro que tengo de frente y al que me agarra el brazo le doy un puñetazo en la cara haciendo que me suelte por un momento. Trato de salir corriendo de la pequeña habitación, cuando una tercera persona interviene en la entrada.

— ¿Pensabas que ibas a librarte de nosotros? —La muchacha que me había mordido se cruza de brazos y me mira fijamente.

—La verdad, sí, son unos incompetentes y vampiros idiotas. —Suelto toda la rabia que tengo en mi interior y mis manos son tomadas por las fuerzas, las cuales le ponen las cadenas que comienzan a lastimar mis muñecas— ¿Por qué no me acaban de matar? Mi sangre es muy deliciosa ¿Saben?

Uno de los muchachos, el cual le había dado un puñetazo en la cara comienza a reírse y no dudo en mirarlo mal.

—Al jefe le va a encantar esta niña mimada.

Hago una mueca al escuchar la palabra mimada. Comienzan a jalarme por las cadenas y a recorremos largos pasillos que ya tienen una luz bastante tenue y tenebrosa. Las paredes son irregulares, siguen siendo del material de rocas de cuevas e incluso se siente el olor a húmeda de estas. Las luces son pequeñas antorchas alejadas unas de otras, pero lo que más llama la atención de las paredes son los distintos armamentos que están colgados, todos con el mismo símbolo Thelema.

—Haz tu voluntad, será toda la ley.

Digo mientras me abren la puerta, del que parece el despacho del famoso Jefe.

— ¿Has escuchado alguna vez sobre ese símbolo? —Me pregunta la chica

Asiento, la verdad mi mente ahora mismo no recordaba de donde había escuchado sobre este emblema. La habitación a la que me llevan sigue siendo bastante oscura y en el fondo se encuentra una figura bastante caucásica, prepotente y que incluso en el fondo de la oscuridad estaba intimidándome.

Me empujan hacia el medio de la sala, protesto pero sus miradas estaban en el jefe. Me sientan en una silla, aun esposada en las manos y solamente me limito a cruzar las piernas, para esperar a que alguien me diga ¿Qué está pasando acá?

— ¿Te acuerdas de mí? —Suelta de repente entre las sombras.

—Lamentablemente no. —Miento, su voz me es familiar pero no me acuerdo exactamente de donde— Espero que no hallas fantaseado con este momento, porque es bastante asqueroso que te toques pensando en mí. Si querías verme, me hubieras tirado una foto, duran más ¿Te estas riendo?

Si efectivamente, se estaba ahogando de la risa, mientras que yo parecía una tonta.

— ¡Zachary! ¿Qué estás haciendo? —Gritan alguien desde afuera y abre la puerta de repente, me mira fijamente y desvía rápidamente la mirada hacia el supuesto jefe.

El hombre que acaba de entrar es alto, de pelo castaño, su rostro denota cansancio y algo de vejez. Su ropa es una cazadora azul oscura que lo hace ver un viejo sabroso junto con su pantalón de estilo militar bastante ajustado. Mi mente en segundos, recuerda de donde proviene esa voz, el señor que acaba de entrar comienza a encender las antorchas y al ver su rostro, me quedo totalmente en silencio.

— ¿Ahora si me recuerdas vecinita?

—Me cago en mi puta madre.

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