XXXXVI C

La puerta se abrió bruscamente.

Coalición de miradas.

¿Qué carajos?

Ambos varones se observaron con el ceño fruncido por largos segundos.

Cada uno escrutando a la persona que tenía en frente. Cada uno sopesando, a su manera, al "impostor" que lo repasaba con detenimiento y de pies a cabeza.

Valentino se sacó los lentes para mirar con sorpresa al niño que tenía un palo de escoba en una mano y un palo de amasar en la otra.

—¿Quién eres? —le preguntó Valentino, todavía estupefacto.

—¿Y tú quién eres, tonto? ¿Quieres tirar abajo la puerta de mi casa? Te golpearé y luego llamaré a la policía. No te tengo miedo —se defendió Killian, levantando el mentón con valentía.

—Ya veo…

—¿Qué es lo que ves? ¿Quieres que te golpee? —desafió el niño.

Valentino no se decidía si seguir frunciendo el entrecejo por la extrañeza del asunto o reírse por la audacia del niño. Una osadía muy grande para alguien de su tamaño, lo que le recordaba con exactitud la actitud de…

Soltó un aliento pesado como si le hubi
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