Después de vivir los días más hermosos y perfectos junto a Amanda, todo se había convertido en una terrible pesadilla. No saber de ella era una gran tortura. Sin embargo, ella se comunicó. Me dijo que estaba bien y aunque eso era lo que realmente importaba, solo quería correr a buscarla y protegerla.
Colgó la llamada ante mi insistencia de querer saber dónde estaba y sentí un enorme desespero por buscarla, por no dejar que Sergio o este nuevo cliente le hicieran daño, la tocaran, abusaran de ella. Pero no sabía dónde estaba, sin embargo, gracias al Internet, tendría una pequeña esperanza de descubrirlo.
Coloqué el número en el buscador y enseguida apareció frente a mí el nombre de un prestigioso hotel de Nueva York. Tomé nota de la dirección y sin pesarlo dos veces busqué el vuelo más próximo.
En el fondo sabía que estaba cometiendo la peor locura de mi vida, pero quedarme en mi apartamento de brazos cruzados no era ninguna opción para mí. No le dije nada a nadie, reservé una habitaci