77. Es Sergey, no aparece.
El joven ruso vio la puerta de su sala de baile abrirse a través del espejo y paró, odiaba que alguien le viera bailar, lo odiaba porque le recordaba a él, al maldito rey y todo lo que le provocaba.
— ¿Sucede algo?— dijo caminando hasta el lugar donde había dejado su camiseta para cubrirse nuevamente el torso expuesto y luego caminar hasta el equipo de música y parar la reproducción de aquella melodía.
— Es Sergey, no aparece — aseguró el hombre.
Vladímir necesitaba a Sergey, lo quería a su lado porque todavía no tenía el suficiente poder como para enfrentarse solo a Yuri y estaba seguro, de que, a pesar de no llevarse del todo bien, el hombre preferiría mil veces jurarle lealtad a él que al otro probable heredero del imperio Ivanov.
— ¡Quiero a todos nuestros hombres buscándolo! No puede estar muy lejos del sitio en el que encontraron a mi abuelo.
— Sí, señor — dijo el hombre retirándose.
Cuando aquel hombre por fin se marchó cerrando la puerta de nuevo, Vladímir cambió su expresión