78. ¿Por qué una reina?
Aun así, no podía evitar preguntarse si ya sabia que él había llegado. Pero la pregunta que rondaba su mente y que lo mantenía nervioso o mejor dicho inquieto era la siguiente, ¿iría a buscarlo o lo evitaría?
“¿Qué es lo que harás Vladímir?”
“¿Qué es lo que haré yo al tenerlo frente a frente?”
Preguntas que parecían torturarle y que por más que deseaba pasar por alto lo obligaron a salir de la habitación y caminar hasta donde sabía que había un balcón, justo en esos momentos más que nunca necesitaba del aire frío de rusia y recordarse que él había propiciado ese distanciamiento entre el joven Ivanov y él.
Pero era tan malditamente frustrante saber eso y no hacer nada, porque de hacerlo sería aceptar que nuevamente se había equivocado lo que heriría a su ego.
Lo que no podía hacer en ese momento era herir su ego, el cual lo mantendría ecuánime y sobre todo con los pies en la tierra para llevar a cabo la última voluntad que le había encomendado su viejo amigo Yuri.
—Que sepas que te od