Charlas, dudas y más (1era. Parte)
Al día siguiente
New York
Bobby
Creo que nadie está realmente preparado para enfrentar su pasado. Uno hace todo lo posible por dejarlo atrás, por soltarlo, pero el destino —terco como es— siempre encuentra la forma de ponerlo otra vez frente a ti. Como si disfrutara revolverte el corazón, sacudirte los recuerdos, impedirte sanar del todo.
Es como un cobrador silencioso de deudas emocionales. Uno que no olvida, que no se cansa, que no perdona. Y entonces te ves en una encrucijada: o ignoras las señales y sigues adelante como si nada… o decides, de una vez por todas, enfrentarlo. Darle la cara a lo que duele. Porque no se puede vivir huyendo para siempre. No es sano. Te consume poco a poco. Y lo que no resolviste, lo que dejaste sin cerrar, termina por arrastrarte al mismo punto una y otra vez.
Pero hacerlo… cuesta. Es una batalla interna. Una lucha contra tus propios miedos, contra tu conciencia. Una parte de ti grita que sigas, que ya fue suficiente, pero hay otra —más silenciosa, más